Película ambiciosa, grandilocuente no para mal…excepto por Adrien Brody, que no está a la altura. Con un metraje excesivo (en todos los sentidos) no se puede decir lo mismo del resto del reparto, y en especial de un excepcional Guy Pearce.

Si se trataba de delinear la dialéctica entre capital y arte, Brody deja su parte del listón muy bajo. La brillantez de una obra arquitectónica incluso en guion y banda sonora termina avanzando renqueante por su falta de una pasión exigible para mantener un pulso de una historia con mayúsculas, tanto como el edificio/película que se construye.