Después de su ya penúltima película, sobrevolaba la duda sobre que deriva tomaría Ari Aster, si se seguiría inclinando hacía lo metafísico. Finalmente ha desconcertado a todos.

Lejos del terror con personalidad de sus primeras obras, en esta cinta el mensaje (a ratos interesante y reflexivo) sobrepasa a las formas, sorprendentemente descuidadas, a pesar de contar con un maestro de la fotografía como Darius Khondji.

Aunque sea habitual en este director, tiene un final excesivamente estirado, que le daña a la hora de sostener su tesis. Aster toma (parece ser) un camino sin retorno que quién sabe adónde le llevará.