El celuloide ha propuesto prismas nada maniqueos sobre sus fronteras: del poder a la lástima, pasando por la duda

La cultura de la cancelación ha derivado en una cascada de denuncias y boicots, que para algunos ha supuesto el declive, mientras otros se han aferrado al mástil de la fama e incluso algunos han afrontado el camino a la redención. Más allá de lo tangible, el celuloide ha propuesto metáforas alternativas, prismas a veces desdeñados en la realidad. Con especial hincapié en las consecuencias, se entremezclan elementos como el poder, el acoso, la tentación, la duda, el patetismo o la lástima. Existen películas nada maniqueas con las que reflexionar sobre las fronteras de este fenómeno.
denuncia y boicot, declive o solidez
Existen muchas formas de afrontar la cultura de la cancelación en el cine actual. La más obvia es acudir a las campañas de boicot a diferentes productores, directores o actores. Harvey Weinstein, Carlos Vermut o Kevin Spacey son ejemplos en cada caso. El primero ya no volverá, el segundo aún es pronto para valorarlo y el tercero lo intenta, pero no lo consigue. Algo al margen quedan los octogenarios Woody Allen o Roman Polanski, quienes a pesar de llevar años acumulando dedos señaladores, han seguido dirigiendo películas por encima del bien y del mal, de manera desigual (mientras el americano va en
franco declive, el polaco sigue dirigiendo prácticamente película a película con una rotunda solidezde sus propuestas.
En España llama la atención el caso de Vermut, quien después de levantar una de las cintas más controvertidas de nuestro cine reciente con “Mantícora” (Carlos Vermut, 2022) (donde crea un personaje que intenta luchar contra su fortísima pulsión pederasta) terminó doblegado no por el crudo enfoque de dicha historia, sino por una serie de denuncias recogidas en las páginas del periódico “El País”.
reflexiones sobre causas y efectos
Más allá de referencias obvias, traeremos a colación otras cintas del cine internacional reciente en las que se refleja cómo la facilidad de la cancelación y el resultado y las consecuencias de ellas están muy presentes. Aunque muy variopintas, cabe fijarse en películas como “El poder del perro” (Jane Campion, 2021), “Tar” (Todd Field, 2022) o “Dream Scenario” (Kristoffer Borgli, 2023) como algunas líneas trazadas hacía el infinito con objetivos diferentes. En la primera, un vaquero ya veterano interpretado por Benedict Cumberbatch, que lleva su homosexualidad en oculto, tiene que pagar la ira soterrada del hijo de la
mujer con la que se casa su hermano, joven también homosexual pero que afronta su condición desde otra posición, altamente desafiante.
Se da la circunstancia de que Campion ha sido la primera mujer en ser nominada dos veces al Óscar a la mejor dirección, hasta ganarlo por esta película. Igualmente fue la primera cineasta mujer en recibir la Palma de Oro en Cannes por “El Piano” (Jane Campion, 1993), por el que también se llevó el Óscar al mejor guión original. Con su última película consiguió el León de Plata en Venecia y el Globo de Oro en ambos casos por la mejor dirección.
acoso, tentación y patetismo
Por su parte, Kate Blanchet representa en “Tar” a una directora de orquesta, que ejerce desde su posición de poder como acosadora de una de sus alumnas. Termina pagándolo, quedando fuera de la cúspide de la música clásica. En definitiva, comportamientos que siempre se habían delineado sobre la esfera masculina y que aquí se abre a las posiciones de hegemonía en general. El director y guionista de esta película antes fue actor en “Eyes Wide Shut” (Stanley Kubrick, 1999), una de las películas “fundacionales” en esta materia, que reflejaba el temor a las consecuencias de un acto que podría considerarse impuro. Field pone cuerpo al pianista antiguo amigo del personaje de Tom Cruise que le abre las puertas a ese otro mundo sórdido en el que está a punto de poner en riesgo su matrimonio. La escena final de película no puede ser
más brillante … ¿Cómo se solucionan la tentación y la duda? ¿Para qué sirven en definitiva?
No quedan ahí las coincidencias, porque Blanchet pone voz a la mujer enmascarada que daba la bienvenida a Cruise a su llegada a la mansión donde tendría lugar la orgía…
Todavía más curioso (e irónico) es el personaje de Nicholas Cage en la tercera película de esta lista. A pesar de su perfil anodino, empieza a a aparecer en los sueños de muchos, hasta que al final termina defenestrado. Ya antes habremos podido descubrir lo patético de este hombre alzado a la fama con la lastimosa explosión (nunca mejor dicho) en la escena en la que se acercaba a su clímax-redención en plena fantasía sexual (con trazas de continuidad a lo que ya expuso Kubrick).
Valentía, límites y redención
Sorprende que las tres películas, aun tomando una actitud valiente (sin posicionarse aferrándose a la conveniencia de uno u otro extremos del debate) no hayan sido sometidas a la lupa actual que lo mismo mira al milímetro cualquier elemento de suspicacia que aumenta el impacto de un fino rayo del sol hasta transmutarlo de luz en incendio.
En ese matiz está la clave de los límites de la cultura de la cancelación… ¿Pero qué hacer cuando se supera el umbral? La redención en la vida real (si es que la industria cinematográfica es vida real) puede llegar de muchas maneras. Se dice que Casey Affleck dirigió y protagonizó “Light of my life” (Casey Affleck, 2019) (una película en la que ejerce de padre
custodio de la única niña virgen sobreviviente en un distópico planeta Tierra en la que decenas de hombres babosos la acechan) como expiación ante las acusaciones de acoso sexual que llegaron de dos mujeres durante el rodaje del pseudo documental “I’m still here” (Casey Affleck, 2010) junto a su antiguo mejor amigo y excuñado Joaquin Phoenix.
Quién sabe si esto fue suficiente para subsanar su borrón. Lo que es seguro es que el pliego de disculpas terminó derivando en una obra desde la que mirar de cara a los daños de un machismo cercano a la voracidad zombi. ¿Sinceridad? ¿Blanqueo? Esa doble moral siempre asomará por detrás de las cortinas…
