No es justo dejar todo el peso en una protagonista que poco puede hacer cuando su interpretación no tiene evolución. La fotografía es sugestiva hasta que termina convirtiéndose en monótona.

Los dos pilares de la historia son Barry Keoghan y Franz Rogowski, como siempre en estado de gracia. Son los únicos que consiguen introducir elementos de sorpresa y ternura (cada uno a su manera). Pero no bastan.

Tanto ritmo hace que la propia cinta termine desfondada. No controla sus fuerzas, y eso acaba haciendo que transmute de feliz hallazgo a cliché de ‘la típica película de suburbios de la BBC‘.